viernes, 16 de agosto de 2013

El canto de la ciguapa por Ricardo J. Bogaert-Alvarez

http://www.flickr.com/photos/sehacecamino/234180491/
Ciguapa soy del Cibao
Esta tierra de nosotros
Si con cuidado la amamos
Será esmeralda pa’ todos

Hija soy del huracán
Son mis venas los arroyos
Mis brazos son alas blancas
De las garzas cada otoño

Los españoles vinieron
A matar nuestros retoños
Pocos indios que quedaron
Vivieron sólo para el foso,
Pero mis taínos viven:
Sus almas son capas de oro
Adornan mi corazón
Es Quisqueya su tesoro.

©Ricardo J. Bogaert-Alvarez, New Jersey.

The Song of the Ciguapa


I’m Ciguapa from the Cibao
This land of ours
If we love it with care
It’ll be an emerald for everyone

Daughter I’m of the hurricane
The creeks are my veins
My arms are the white wings
Of the egrets every fall

The Spaniards came
To kills my buds
The few Indians left
Only lived for the grave,
But my Taínos live:
Their souls have layers of gold
They adorn my heart
It’s Quisqueya their treasure

©Ricardo J. Bogaert-Alvarez, New Jersey.

1) Quisqueya is the Indian name of Dominican Republic
2) Tainos were the original Indians in Dominican Republic

3) Ciguapa is a mythological creature that inhabited the forests. Her feet were backward

martes, 14 de mayo de 2013

EL EXCURSIONISTA, por Leibi Ng


Estaba rodeado de sonidos: el golpeteo de los pájaros carpinteros, el murmullo de la cascada, el trinar de las aves... pero yo sentía un vacío grandísimo. Creo que era la soledad.
Miré el reloj. Pronto sería de noche. Suspiré. ¡Tan contento que había salido esa madrugada para la excursión! Durante todo el camino... (fragmento)

EL EXTRAÑO DEL CAFETAL, por Leibi Ng


-¡Nena, regresa, que ya es de noche! -llamó Betania a su hija. El montoncito de palabras del grito cayó en el patio llegando hasta el rincón del cafetal donde estaba la niña. Allí donde los cocuyos, las ranas y los grillos iniciaban su canto... (fragmento)

LA CIGUAPA CAÍDA


Allá en la Cumbre, el frío se pegaba como una segunda piel de aves, piedras, bestias y árboles.
   Cuando las cúspides alcanzaron las nubes, ella se precipitó en un torbellino de tierra y ramas.
   Habría muerto, de no haber sido por la larguísima cabellera enredada entre las raíces salientes de inmenso roble a orillas de la carretera.
   Sangraba tiñendo de rojo el paisaje, pero la gente pasaba indiferente frente a la moribunda. Hacía tiempo que habían perdido la capacidad de ver a las ciguapas.
   El sol iluminaba con tierno afán luchando contra el frío y la neblina, dejó ver a Cristina, una niña que iba a buscar la leche para el desayuno. Sólo ella miró al otro lado de la autopista. Sólo ella se fijó en el cuerpo inmóvil.
   Cristina sintió una inmensa pena por la ciguapa herida. La reconoció enseguida porque su mamá le había narrado las historias que se cuentan en nuestros campos de sus pies al revés y su melena larguísima. La socorrió.
   No tuvo dificultad para cargarla, porque las ciguapas casi no pesan.
   Al observar a su hija con la pobre ciguapa desmayada, la mamá de Cristina se alarmó:
   -¡Cristina! ¿Qué pasó?
   -Yo no sé, mamá. Estaba a orillas de la carretera. ¡Vamos a curarla!
De inmediato la acostaron en la cama de Cristina. Le pusieron una almohada debajo de las rodillas para acomodar los pies volteados. Tenía un tobillo roto.
Lo primero que hicieron fue lavarle las heridas con agua hervida y jabón de cuaba. Entablillaron el tobillo y luego, poco a poco, le desenredaron los cabellos.
Dormida era realmente hermosa. Cristina estuvo a su lado todo el tiempo.
Un día, mientras la curaban, se despertó. Se quejó con un “jupido”. Así es como se llaman los sonidos de las ciguapas.
-No tengas miedo. Somos tus amigas –dijo Cristina, tranquilizándola.
Desde aquel día, la ciguapa se mostraba agradecida hablándoles de su gente y sus costumbres. Cuando las ciguapas se iban a casar, salían en noches de luna a cantar su última velada de independencia. Así fue como se perdió y se lastimó al caerse.
Cristina supo que el canto de las ciguapas hace que los hombres y mujeres que lo escuchan en el silencio del monte queden llenos de amor.
Los días pasaban y la ciguapa ya estaba sana. Empezaron a dar cortos paseos por los alrededores.
Apoyándose en el hombro de la niña, la ciguapa, vestida con un túnico de aliento de niño, daba cortos pasos como polichinela. Las risas de las dos se oían en la cocina, donde la madre enfriaba la leche desafiando el aire al pasar el chorro espumoso repetidas veces de un jarro a otro.
Un día Cristina regresó de la escuela y encontró la figura melancólica de la ciguapa, recortada a la luz del crepúsculo.
 -¿Qué te pasa? ¿Por qué tan triste?
 -Es que ya estoy sana y me tengo que marchar...
 -¡No te vayas! Te puedes quedar por siempre con nosotras.
 -¡Imposible! Mis hermanos y hermanas me llaman sin cesar. Mi futuro esposo me espera. Los escucho buscándome en las noches de luna. Siento el aroma de sus cuerpos en la brisa. Debo regresar.
-Entonces – dijo ansiosa Cristina –, llévame contigo. No puedo pensar en como será nuestra vida cuando te hayas ido.
El rostro de la ciguapa se iluminó. Empezaron a brincar de alegría, mas de repente, como si un rayo de entendimiento las hubiera atravesado, se sentaron, de nuevo mirando el suelo.
-No puedo dejar a mi mamá. Soy lo único que ella tiene. Me envía a la escuela para que estudie y sea alguien. Yo sé que ella anhela que yo me gradúe.
La ciguapa la miró comprensiva. La valiente niña a quien debía la vida, estaba atada por el más poderoso lazo: el del amor de madre.
-¿Crees que a tu mamá le gustaría conocer el reino de las ciguapas?
 Cristina sintió su corazón palpitar más rápido. La ciguapa exclamó:
 -¿Sabes que viajo dando saltos? –a lo que Cristina asintió y de inmediato fue rodeada por el abrazo de su amiga. La ciguapa brincó tan alto que fue directo a la cima de la montaña. Allí dejó a Cristina, aspirando el más dulce de los aires, mirando el más hermoso paisaje y escuchando la canción del viento. Después, bajó de nuevo y sonrió al ver a la madre de Cristina con una expresión en el rostro que demostraba la dicha y el dolor mezclados, la realidad y la esperanza.
-¿Dónde la llevaste? – preguntó.
  -A mi casa. Ahora quiero que vengas conmigo.

La abrazó con cuidado y de nuevo brincó como sólo lo hacen las ciguapas. Juntas se perdieron en el mundo de la magia y el misterio de nuestros montes. 

LA LEYENDA DEL SOL Y LA NOCHE, por Leibi Ng (publicado en la antología de Banreservas HUELLAS DE LA LEYENDA).

"...Cayó precipitada y su larga melena brillante de betún iba cubriendo todo con su oscuro misterio: los árboles, las peñas, los ríos y sus orillas, bohíos y corrales, valles, pueblos y riscos... La Noche había nacido para oponerse al Sol".


Por Leibi Ng

Hacía ya muchos años que el Sol besaba a la Montaña. Con su resplandor la acariciaba de la cúspide a la falda.
Marrón, amarilla o negra en sus extensas laderas, ella siempre daba hijos verdes: ornamentales o de suaves frutos.
El Sol enamorado le trajo un día a Arco iris y abrillantó el espacio infinito de azul.
Con jirones de nubes hizo un collar muy blanco que ella movió coqueta alrededor de su garganta de piedra.
Claro y diáfano, duraba el Día para siempre.
En cierta ocasión, Sol se vio obligado a separarse de Montaña. Fue cuando descubrió en un acantilado, una caverna cubierta de espesa vegetación. Helechos gigantes, hiedras y enredaderas formaban una tupida puerta que ni el más valiente rayo podía traspasar.
Sol se puso frío de preocupación. Él que era el centro del universo, no podía permitir que una simple cueva escapara de su luz.
Radiante, esplendoroso, reunió toda la energía de su potente luz.
Primero envió Rayos Tibios de la Alborada. Ágilmente lucharon contra Rocío y Escarcha hasta evaporarlos en un débil rastro de humo gris. La cueva permaneció cerrada y sin luz.
Después llegaron raudos Rayos de Media Mañana. Lucharon con todo su calor, pero no pudieron pasar de las enredaderas.
Finalmente descendieron Rayos de Pleno Mediodía. Ardientes, verticales; quemaron piedras y marchitaron hiedras, pero la cueva se mantuvo cerrada y sin luz.
Sol, desaforado llamó a su hermano Viento.
Viento rompió el collar de nubes de la hermosa Montaña. Así desató a Lluvia, agua precipitada que suelta y juguetona dio muchísimas vueltas antes de regresar a su mullida casa de algodón.
Por horas, Viento y Lluvia azotaron a Montaña. Quebraron cedros, robles, ébanos y caobos, sin contar limoncillos, aguacates y un manaclar sin dueño. Los pinos destrozados cubrieron grandes zonas, pero la cueva permaneció cerrada y sin luz.
Cuando Viento y Lluvia se marcharon vencidos, hilos de plata descendieron incontenibles: Montaña lloraba sus árboles caídos.
Tras el susurro de riachuelos, una mujer de sombras, con piel hecha de sueños y pies transparentes, con larga cabellera a modo de manto sobre el cuerpo desnudo, salió de la caverna. Un grito agudo, como de ave triunfante salió de su garganta. Calor, Lluvia y Viento había vencido, ¿dónde estaba ese Sol arrogante?
Sol regresó en ese mismo instante. Clavó en la extraña sus pupilas de fuego. Sin poder soportarlo, ella corrió a ocultarse, pero sus pies de agua se le voltearon presos de las raíces brotadas. Un grito de dolor se escuchó en el silencio y Viento lo bautizó "jupido".
Cubrió sus pies distintos con su melena enorme. Perdida, elevó altiva su mirada de orgullo. Desafiante clavó en el astro sus pupilas de abismo.
Valiente, Sol enfrentó aquella ira por él desconocida, pero lanzas de hielo penetraron en su cuerpo candentes y enigmas y misterios, preguntas sin respuestas hirieron brutalmente su cuerpo hecho de luz.
 Fue en ese momento que escaparon unidos los colores de la vida: azul, rojo, amarillo... dejaron el espacio a uno solo más fuerte que creció incontenible amenazando a Sol.
Entonces Montaña se removió temblando desde la tierra llana, retorciendo su cumbre. Todos los hijos verdes se estremecieron juntos y desencadenaron un poderoso alud. Entre lluvia de piedras y sacrificio de árboles Sol se recuperó.
Cegada para siempre, Ciguapa tambaleaba. Sus pies volteados negáronle equilibrio. Y ahora que no podía darle a nadie la espalda, si entraba o si salía del refugio de piedra fue de vida o de muerte... Cayó precipitada y su larga melena brillante de betún iba cubriendo todo con su oscuro misterio: los árboles, las peñas, los ríos y sus orillas, bohíos y corrales, valles, pueblos y riscos... La Noche había nacido para oponerse al Sol.
 Desde entonces, la claridad termina después de doce horas de cálido esplendor. El Sol besa a la Montaña. La rodea de Arco iris, de un infinito azul, después se va prudente dando paso a esta Noche que oscura y silenciosa hace brillar estrellas en su enorme melena de apagado carbón.
***

A veces, en luna llena, Montaña se apiada de Noche Serena. La deja entrar con la tristeza prendida en su melena... dicen que va derecho hasta el charco de plata que hay en su antigua cueva y con polvo de estrellas se lava sus dos pies.

Origen del mito?

Saludos afectuosos Leiby:

Desde pequeño estoy escuchando historias de Ciguapa a pescadores en Isla de Mona.
Yo soy de Cabo Rojo, Puerto Rico. Desearía saber si en su tesis u otras, me puede dar más información sobre la Ciguapa. Si este vocablo viajó de la hermana República Dominicana hasta mi isla o pudo viajar de Isla Mona a su país. Trabajé en Isla de Mona de 1960-1966 y tengo unas 16 entrevistas con personas que trabajaron allí en las minas de Guano y el CCC Camp en Sardinera. También sé que de la República iban personas a trabajar a Isla de Mona en los dos proyectos mencionados. Pero este nombre lo he escuchado desde el 1945 hasta hoy y mi pueblo es del área Oeste de Puerto Rico.
Le agradecería mucho a usted alguna información sobre este particular.
Muy respetuosamente,
Luis A. Ramírez de Arellano
Mona Island Historian

miércoles, 1 de mayo de 2013

Las ciguapas y la ciguapa



¡Jamás hubo un dolor como el de las ciguapas!
No hubo un amor ni un beso bajo sus cabelleras.
Ni calumnia, ni infamia, ni mentira o blasfemia,
ni más cruel calabozo que mitos y leyendas.

Fue tanto su martirio que invirtieron sus pasos
para huir de la historia, de grilletes, de histerias.

Para escapar de fábulas se vistieron de diosas,
de hojarasca, de aves y de sombras que asoman.

Nadie supo sus nombres.
Nadie supo sus penas.
Se ocultaron en cuentos
de caminos y sendas.

Sus pasos sigilosos no habitan en los libros.
No hubo tumba ni fosa para sus pies andantes,
ni siquiera un artista que plasmara sus huellas.

Imagen de la imagen en la cruz y en la espada
las ciguapas se hundieron para siempre en las charcas.
Desde el fondo del agua su dolor se confunde
en un simple espejismo que diluye sus almas.

La ciguapa es la hembra que no está en nuestra historia.
 Al caminar se aleja de su propia mirada.

La ciguapa es la sombra que despierta dormida
 ajena de sí misma, siempre triste y callada.

Ni tan sólo una huella,
ni tan solo una lápida.
Ningún nombre o recuerdo;
al caminar, se aleja de su propia mirada.

La ciguapa es la sombra que despierta dormida.
¡Jamás hubo un dolor como el de la ciguapa!

Luis Carvajal